Cuando persigues un sueño, encuentras en el camino muchas señales que te indican la dirección, pero si tienes miedo no las ves.
Federico Moccia
El día se dibuja claro, soleado y espectacular para rodar una nueva etapa por el camino de Santiago. Hemos madrugado un poco, la verdad es que tenemos el reloj biológico programado para despertarnos a las 7 de la mañana. Tras recuperar nuestras bicis del jardín de la dueña de la pensión, vamos a desayunar. El tema del bar son los resultados inciertos de las elecciones, como anécdota divertida diré que entro un habitual para su desayuno diario y uno de los camareros le espeto “han ganado los tuyos” a lo que le respondió el aludido, “sabía que en este país había mucho monte, pero no sabía que había tanto cabrón suelto”. Les dejamos arreglando el país y nosotros nos ponemos de nuevo a descubrir un país en las alforjas a disfrutar de las bajadas Navarras que son una delicia, con sendas bajo cúpulas de vegetación que te dejan maravillado, el gótico natural tendría que protegerse como las mismas catedrales. Las sendas son una maravilla pero Navarra es tierra para hombres duros y por cada dos o tres bajadas te regala una subida de las de calentar bien las piernas. Cuando estamos a punto de tutear ya al río Arga y en una buena bajada rápida, veo a un hombre con cierta mueca en la cara, una gran mochila en el suelo y tras ella un culo blanco de una mujer evacuando de forma inhumana y una caja roja que apenas es cubierta por sus pequeñas manos, supongo que serán gajes de peregrino. Cerca ya de pamplona les damos el buen camino a dos mejicanas que madre mía que buenos cuerpos deja el tequila, a lo que Jorge grito un viva Méjico cabrones.
Pamplona nos recibe preparándose para los San Fermines, le dedicamos muchos tiempo, tal vez demasiado, pero la verdad es que nos enamoramos muchas veces de sus mujeres autóctonas y de las peregrinas de fuera espectaculares. Pero bueno visitamos lo principal, pedimos nuestra bendición a San Fermín y comimos a las fueras, en precioso parque para cargar las pilas para afrontar la gran subida del día.
La subida a Cizur Menor se nos hace pesada por el calor, pronto dejamos la carretera y por caminos comenzamos la ascensión al alto del perdón, el calor nos pasa factura y vamos buscando las sombras. En una de ellas una Argentina pechugona y muy simpática toma un poco de aliento junto con dos amigas peregrinas que el destino a cruzado en su camino. Charlamos un rato, pero vemos cerca un pueblo y merece la pena una parada para un café con hielo. Tras la parada y arrastrando la bici en un tramo un tanto empinado nos adelantan dos catalanes que optaron por la trazada correcta y pudieron subir montados. Los catalanes nos sacan varios minutos y nos contemplan desde la cima como la coronamos, el viento azota la cumbre para borrar nuestros pecados, es una cima mítica en el camino que se disfruta con gozo y el corazón en la boca por la dureza de la subida.
La bajada es un tormento para mí pero una delicia para Jorge que la disfruta a tope, demasiada piedra, demasiada tierra suelta y escalones como para disfrutarla. Lo que si pude disfrutar es el agua helada de lo que en el pueblo lucen con orgullo y no han dudado en plasmar en una placa, de Pamplona a Puente de la Reina la mejor fuente.
Hasta Puente de la Reina disfrutamos de una bajada agradable, no sin algún sube baja navarro de los que te hacen jurar en arameo y en uno de ellos, le hago un buen nudo a la cadena en el desviador que nos cuesta un ratillo reparar, pero que solventamos sin problemas.
En Puente de la reina visitamos el cristo crucificado en Y, cruzamos el famoso puente que da nombre al pueblo, en donde una lugareña nos dice con sorna, que mal lo vais a pasar con la cuesta y la buena mujer no se equivocó ya que a unos 4 kilómetros esta la subida de Santa Águeda que a mí me supero por completo y me la subí entera empujando la bici, empiezo a sentir que las de 29 con recorridos tan exigentes y porcentajes de subida tan brutales con alforjas no son una buena elección, añoro mi vieja y fiel GT para este tipo de viajes. Jorge se sube todo del tirón una peregrina entrada en kilos y desbordada de humor me dice que mi compañero es una mala persona que podía tirar de mí con una cuerda, pero el pobre Jorge tampoco estaba para regalar pulsaciones.
Cirauqui es un pueblo que nos regala una buena cuesta, pero cruzarlo por su plaza es curioso, pero cruzar su puente romano un tormento cuando vas en bicicleta con alforjas, ya que está muy roto y hay un tramo que cuesta un suplicio pasar. Nuestra etapa termina en Lorca, pero cada vez tenemos menos agua, menos fuerzas y más mini cuestas que subir en un terreno que es bastante disfrutón para la bici. Terminamos en Lorca, en el Albergue con una habitación doble a muy buen precio en el Albergue.
Tras la ducha y recuperar el resuello nos dice el hospitalero que no nos puede dar de cenar, que ya ha cerrado la cocina, anda que lo podía haber dicho media hora antes cuando llegamos. Nos manda a una tienda en las afueras del pueblo que nos atiende de lujo, bocata, cervezas y chocolate, que más se le puede pedir a un día.
Me gusta pensar como Anxo Pérez La vida es una tienda de golosinas, en la que hay una condición: el caramelo que no comes, lo pierdes. Cada caramelo es un día de tu vida, y cada día desaprovechado es un día perdido.
No hay foto de las féminas ? xD jajaja
Gran crónica con sus puntitos de humor que te sacan una sonrisa.
Espero atento al resto de crónicas de las siguientes etapas. :;)
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