«Me levanté y fui hacia el jodido cuarto de baño. Odiaba mirarme en aquel espejo pero lo hice. Vi depresión y derrota. Unas bolsas oscuras debajo de mis ojos. Ojitos cobardes, los ojos de un roedor atrapado por un jodido gato. Tenía la carne floja, parecía como si le disgustara ser parte de mí.»
Charles Bukowski
Hay semanas malas y semanas que es mejor dejarlas en blanco en la memoria, seguramente la pasada fuese una de esas semanas que es mejor no recordar. Seguramente por eso me siento más feliz cuando me dirijo hacia Cebreros con mi Choni colgando del portabicis y toda una ruta larga de más de cien kilómetros para cumplir el reto de gran fondo de Strava.
Es el día de los enamorados y para los que nuestra pasión esta sobre las dos ruedas solo se puede celebrar pedaleando una ruta de categoría.
En esta ocasión nos acompaña Dani, un viejo amigo de nuestra época en la que comenzamos a montar en bici tanto JJ como servidor.
Comenzamos la ruta subiendo el puerto de Arrebatacapas, el calentar esta sobrevalorado, ya te vas a meter en unos minutos un buen calentón para andar con tontunas. Nuestro ritmo es de chárlela, que para eso salimos en grupo, me noto bien sobre la bici, voy muy a gusto siento que disfruto desde el minuto uno y eso es algo que hacia mucho tiempo que no sentía.
Coronamos la primera parte del puerto con buenas sensaciones, al llegar a la cima respiro fuerte y me embriago de lo que los urbanitas llaman aroma a campo y no es mal que olor a mierda de vaca. Pero me gusta el aroma a mierda de vaca por la mañana, como en Apocalypse now le gusta el olor del Napal por la mañana, es el aroma de la victoria de unas piernas ante la pendiente, el calor de una cama o la tentación de no hacer nada.
Bajamos hasta San Bartolomé de pinares, un pueblo que me resulta agradable y no por nada en especial pero de las veces que he pasado me ha encantado ver como un mujer muy mayor me la he encontrado bien abrigada sentada al sol en mañanas bien frescas de primavera, siempre me ha dibujado una sonrisa el pensar que las personas mayores de estos pueblos salen con los primeros rayos de sol que calientan los cuerpos para recargar las pilas y aguantar una año más, para decirle al invierno te he superado. La bajada es intensa, el desnivel es gracioso y damos gracias a JJ por dibujar la ruta en el sentido correcto, al llegar abajo nos miramos los tres y nos entra la risa de pensar que tendríamos que subir algo como lo descendido. Mientras rodamos por una carretera con sus tramos de calefacción para no perder calor corporal la sierra de Gredos se estira para mostrarnos sus cumbres blancas.
Pasamos el Barraco, San Juan de la Nava, Navalmoral y en San Juan del Molinillo pido un descanso para tomar un Gel, el viento desde el Barraco nos ha dado de cara y el desgaste ha sido tremendo. Una vez repongo algo de energía afrontamos la última subida del día, muy tendida, muy amigable y con una paisaje sensacional que invita a perderte por el mientras pedaleas la subida. Lo que disfrute como un niño con juguetes nuevos fue la bajada a Burgohondo en donde sentí el flow correr por mis piernas y la comunión con la bici, el asfalto y el día. Puede bajar más rápido pero baje a la velocidad en la que me sentí a gusto y feliz sintiendo cada giro, cada frenada, armado con una sonrisa cosida de oreja a oreja bajo la buff me sentí atracando a la vida su cargamento de feliz diaria.
Hicimos una breve parada en la entrada del pueblo en una zona con casas que embriaga arte y talento para hacer unas fotos, como se nota que a la inspiración y las buenas ideas les gusta el aire libre.
La ruta ya tiene tendencia descendente y en Navaluenga nos da la hora de comer en donde nos metimos un gran bocata de Atún con pimientos y un trozo de bacalao riquísimo gentileza de la casa, restaurante Gema.
Nos quedaban 28 kilómetros para llegar a Cebreros nuestro lugar de partida y nos los tomamos con calma, para ir quemando la comida a fuego lento disfrutando las pocas cuestas que nos quedaban y el espectacular recorrido junto a la orilla del embalse para terminar en esa preciosa carretera que en media altura te deja de nuevo en Cebreros asomado a un balcón excepcional.
Rafael Barret dijo: Venturoso o no, el amor auténtico se oculta; el pudor es la mitad de su poesía. Un amante es un iniciado; no elevará en el arroyo el ara ni el altar. No expondrá al escándalo las embriagueces de su victoria, ni la liquidación de sus desastres. Quizá sucumba en un rincón, mas no representará gratis, ante la tribu reunida, una escena vulgar de quinto acto.
Mí querida Choni es amor de mercadillo, pero sincero, ninguno de los dos aparentamos más de lo que somos, felices gorditos rodando su pasión por el asfalto.
Track de la ruta diseñada por JJ.