La alternativa es inexorable: o soy viajero de las antiguas épocas, y me enfrento con un espectáculo prodigioso que me resultaría casi ininteligible o soy viajero de mi época, precipitándome en la búsqueda de una realidad desvanecida.
Susan Sontag
Me resulta difícil renunciar a un viaje y más si lo propone mi amigo Despistado. Sus propuestas de viajes suelen ser apasionantes, en ocasiones mucho mayores que lo que pueden rodar nuestras viejas piernas pero me encantan sus retos. En esta ocasión lo propuesto de forma inicial no había forma de cuadrarlo y encontrar una ruta cicloturista con alforjas de tres días con la premisa de no estar muy lejos de Madrid y ser circular nos resulto complicado, pero al final estiramos una dos días al encontrar la ruta del Alto Tajo Mudéjar que nos cuadraba a la perfección con lo que buscábamos, la ruta estaba servida, el tiempo ponía la incertidumbre y nosotros todas las ganas del mundo.
Como toda buena aventura Express en esto de la bici se empieza de madrugada, muy de madrugada, cuando aún los gatos buscan el refugio de la última copa antes de que les sorprenda el alba. Cargamos todo en el coche y emprendemos el viaje hacia Santa Eulalia con la lluvia como nuestra mayor enemiga, ya que los pronósticos no son buenos.
Santa Eulalia nos recibe completamente empapada, se nota que las nubes nos han dejado el terreno bien regadito, pero ni una gota en nuestra partida algo que agradecemos. A la salida del pueblo nos encontramos con el Camino Natural de los Ojos Negros, algo nos tienta y dejamos apuntado para futuras aventuras al igual que la ruta del Cid que también transcurre por estas tierras. La carretera pica hacia arriba y nos lo tomamos con calma, un cartel nos anuncia que entramos en la Sierra de Albarracín. Pozondón es el primer pueblo que cruzamos y tras un breve recorrido por sus calles continuamos rodando por carreteras con muy poco tráfico hasta Orihuela del Tremedal pueblo que nos recibe con unas agradables cuestas infernales que tenemos que afrontar para subir a la iglesia y evitar rodar por la atestada calle principal, ya que al ser el día del pilar la Guardia civil a montado un sarao con aperitivos y demás viandas que a reunido a gran parte del pueblo lo que nos complica circular con las bicis y las alforjas. Decidimos renunciar a la invitación de la benemérita y encontramos en las afueras del pueblo un acogedor parque en donde degustar una barrita y hacer una pausa. En la salida del pueblo nos encontramos con la información del camino del Cid que pasa por esta población y una graciosa cabeza de rey cerdo verde que no podemos evitar inmortalizar posando Despistado con ella. Pero lo mejor es el paseo arbolado de la salida engalanado con los primeros colores del otoño y un precioso estanque.
Lo árboles de rivera vestidos completamente de otoño nos dejan una estampa estupenda para acompañar el pedaleo por la solitaria carretera que nos dejaría en Orea, pero una pista nos tienta y hasta ahora no hemos podido evaluar el nivel de barro de la zona por lo que nos decidimos a recorrerla encontrándonos con un pequeño embalse, precioso, arropado entre pinos y árboles de un ocre intenso, pero la pista buena , cuidada termina en el y una vez pasamos un desvío una cuesta muy pronunciada cargada de barro bloquea las ruedas de Despistado al quedarse entre el neumático y el guardabarros por lo que nos toca una pequeña sesión de palito para aliviar el exceso de peso.
El terreno se deja rodar y el paisaje es impresionante disfrutando cada kilómetro, pasamos Orea que me trae buenos recuerdos del año pasado cuando pase un fin de semana por la zona, al pasar por la casa cuartel de su interior salen acordes aflamencados, a lo que desdí sentencia con un “… lo que me faltaba por oír, un gitano cantando en una casa cuartel”. A checa llegamos a la hora de comer y nos metemos unos bocatas de lomo que no estaban nada mal en el bar del pueblo.
Una vez hemos repuesto las fuerzas nos toca volver a subir y esta vez con las secuelas del desagradable paisaje del incendio forestal que le toco vivir a la localidad de Chequilla. Yo nunca había estado tan cerca de una zona afectada por un incendio e impresionan, el corazón se te encoge y sientes rabia por ver el paisaje muerto, los troncos yaciendo en sus lapidas negras de carbón y el ocre de lo seco, de lo yermo coronando las copas de los pinos que no se chamuscaron.
Coronamos el alto y disfrutamos de un mirador que esta vez si nos ofrece el esplendor verde de la zona moteado por tonos ocres. Descendemos hasta Megina, en donde dejamos la carretera y tomamos una pista que nos da la bienvenida al alto tajo, el río corre junto a una pista por un pequeño pero coqueto cañón, el cielo descarga un pequeño chubasco con la suerte de pillarnos bajo el techado de una fuente. Tras el chubasco retomamos la ruta no sin antes dar buena cuenta Despistado de unas cuantas endrinas, que falta le harán ya que en apenas un cientos de metros nos enfrentamos a una buena cuesta marcada con la señal del 15% de pendiente que nos saco los higadillos.
Todo lo que sube baja y tras un descenso divertido pero breve terminamos de nuevo en carretera secundaria que nos dejara en Peralejo de las truchas en donde teníamos reservado el hostal.
Ha sido una jornada pura de cicloturismo, rodar, rodar y rodar. La etapa reina de la ruta la esperamos mañana en donde disfrutaremos el Alto Tajo en su plenitud o como dice la canción de Marlango lo que sueñas vuela:
Caminando sin pensar,
despacito, sin tiempo que ganar
Paseando sin correr,
voy a soñar despierto
Lo que sueñas vuela
Lo que sueñas vuela
Tiempo al tiempo