“Las cosas que se pueden comprar con dinero es mejor comprarlas sin pensar demasiado si ganas o pierdes. Es mejor ahorrar las energías para aquellas cosas que no pueden comprarse con dinero.”
Haruki Murakami
No podía estar dos semanas sin salir a la montaña, sin sentir la libertad del viento frío y húmedo abrazándome. He pasado dos semanas recluido entre el trabajo y mi casa por un resfriado perpetuo que no cesa y me ha deja sin apenas fuerzas. No lo dude, y tras ver como un sábado de nuevo amanecía lluvioso, sabía que al despertar lo último que miraría sería el tiempo o más bien este no sería un factor a tener en cuenta.
Vamos con tiempo, he quedado con JJ a las 9:00 en las Dehesas, al llegar a la presa de Navacerrada ligeras gotas salpican el cristal, las montañas están encamadas bajo un manto de nubes espeso que no deja pasar un solo rayo de sol y mucho menos el liguero de azul cielo con el que nos coquetea a los que vamos buscando en ocasiones el mar de nubes.
Comenzamos nuestra ruta por veredas y sendas conocidas, por un paisaje mil veces visto pero que no deja de sorprendernos. El entorno otoñal del valle del Fuenfría tiene un encanto especial, mas hogareño sin ser tan espectacular como los hayedos o los castañares cumple su cometido de despertar al alma, mientras camino por la vereda tocada con la misteriosa neblina que juguetea por entre los pinos recuerdo una frase que he leído esta semana de Thomas Mann, Los sentimientos y observaciones del hombre solitario son al mismo tiempo más confusos y más intensos que los de la gente sociable; sus pensamientos son más graves, más extraños y siempre tienen un matiz de tristeza. Imágenes y sensaciones que se esfumarían fácilmente con una mirada, con una risa, un cambio de opiniones, se aferran fuertemente en el ánimo del solitario, se ahondan en el silencio y se convierten en acontecimientos, aventuras, sentimientos importantes.
Pronto comenzamos a pisar las primeras nieves de esta nueva temporada. Me gusta pisar nieve virgen, abrir huella pudiendo ver tras de mi cada paso que ha dado, que útil sería en la vida andar siempre sobre nieve virgen.
Lo que en principio habíamos pensado de un paseo tranquilo bajo la lluvia se esta convirtiendo en un precioso paseo en el que a cada paso nuestra querida sierra no deja de sorprendernos con paraje impresionantes modelados a base de frío y viento. Una vez que dejamos el abrigo de la vereda que nos conduce hasta el collado de Marichivas, la nieve ya cubre cada rincón de la piel de la montaña, los árboles congelados están adornados con témpanos de hielo, una estampa de lo más navideña, vamos que el adelantarnos las fiestas no es ya cosa de los grandes centros comerciales.
Ascendemos despacio, disfrutando del gran regalo que nos ha dejado este domingo que pintaba en bastos. El viento sopla con gran fuerza, el termómetro marca -0,6 pero la sensación térmica es de varios grados inferior. Nos ponemos las bragas, que acto tan poco masculino y una vez protegidos le plantamos cara al viento continuando ruta hasta coronar los 2.000 metrillos del pico del águila. Le digo a JJ que es una pena no disfrutar de las vistas que este punto ofrece a lo que me responde con un “… te parece poco lo que estamos viendo” y la verdad es que tiene razón, el entorno nevado de esta cumbre sumido en un profunda niebla es algo maravilloso.
Y como la naturaleza es así de agradecida nos regalo una bajada sin nada de viento y una agradable temperatura de -1.6 grados por una senda espectacular con auténticas fotos de postal. La vereda de la piñuela y la senda bonita que hace años me enseño un viejo senderista culminan con una ruta maravillosa, que a pesar de mi resfriado y mi flojera en general he disfrutado como nunca y me ha hecho comprender que por nada del mundo hay que dejar de hacer lo que uno desea y el tiempo no es un condicionante para no llevarlos a cabo, ya lo dijo Ernesto Sábato Yo creo que la verdad es perfecta para las matemáticas, la química, la filosofía, pero no para la vida. En la vida, la ilusión, la imaginación, el deseo, la esperanza cuentan más.