“Para que el amor sea verdadero, nos debe costar. Nos debe doler. Nos debe vaciar de nosotros mismos.”
Madre Teresa De Calcuta
Tal vez nunca sepa sus nombres, ni porque se forman, solo se que me gustan. Me siento feliz cuando puedo disfrutar de una mañana soleada sobre un manto de nubes, sobre un mar de calma, de sueños pacientes que esperan a la noche para acomodarse en la almohada y con un susurro de sus labios transportarte a un mundo mágico, idílico.
Siempre me quejo de que no me gusta repetir rutas, de que se me termina Madrid para andar, que cada vez me queda menos por descubrir, que equivocado estoy. Nunca podré repetir una ruta como nunca podré beber dos veces del mismo río, siempre cambia algo, siempre me sorprende algo, siempre tengo nueva compañía con la que compartir las vistas o con quien conversar. Tal vez nunca encuentre prestado un corazón en el que guardar la ropa de entretiempo de mi alma, ni necesite comprar otro cepillo de dientes porque solo tengo mi cama o de vez en cuando, ese pequeño trozo de paraíso en el que poder acampar y disfrutar de una noche estrellada. Tal vez solo el viento quiera atusar mi pelo y el rocío de la mañana humedezca mis labios con un beso tempranero. En realidad que más da,llega un momento en el que miras a tu alrededor y tienes cuanto querías poseer o estas camino de ello, pero es falso, he visto sonrisas de paz interior disfrutando de una paisaje espectacular cuando un atardecer ha teñido de oro el horizonte, sin buscarle la etiqueta a la tarde ni preguntar los kilates de la puesta, al final disfrutamos con lo que nos llena el corazón y de vez en cuando nos humedece los ojos, somos esclavos de nuestras pasiones y prisioneros de nuestros vicios. Tal vez algún día cambie y me aburra estar horas y horas andando por el campo. Tal vez me aburra de mi propio discurso anodino de búsqueda de la libertad, de mantener firme unos valores que ya nadie valora, solo me aferro a la certeza de que soy un idiota, un idiota en busca de la felicidad que cuando piensa estar cerca de ella la ves desvanecerse entre la bruma o como cerrándose las puertas del metro ante ti se te queda mirando al otro lado del cristal con la mano abierta, ten fe, puedes leer en unos labios que se alejan engullidos por un túnel infinito.
Tal vez esta no es la crónica de la salida del martes que quería escribir, pero que más da, las crónicas son solo retazos de una vida, retales con los que componer una mortaja de recuerdos, justificantes de un tiempo consumido para cuando nos traicione la memoria y tengamos que mirar por el retrovisor de los años. No estoy ni deprimido ni triste, hoy me gustan las fotos en Blanco y Negro, hoy necesito ser simple.
Cualquier comentario que se quiera añadir seria estropearlo.
Ojala el destino te depare lo que andas persiguiendo…
Me gustaMe gusta
¡¡Gracias por dedicar tu tiempo a compartir lo verdaderamente importante de la vida!!
¡Saludos!
Eduardo.
Me gustaMe gusta