Sueña, y sueña a lo grande! Solo sobreviven los sueños más grandes. A los otros los borra la lluvia y los arrastra el viento.
«El libro de los Baltimore» Joël Dicker
En una semana me voy de vacaciones para enfrentarme a gigantes, a rutas que están por encima de mis posibilidades físicas hoy en día por mi mala planificación de entrenamientos y con una nueva bici, radicalmente diferente a lo que he usado hasta ahora. De este cóctel de deso, sueño y agarrarme a una ilusión por crear contenido interesante disfrutando haciéndolo, al fin y al cabo que es de lo que se trata este blog.
Las sensaciones de la barranca fueron buenas, me lo pase increíble, pero falto dureza en la distancia, le falto a la ruta un par de puntos de sufrimiento para ver como mi cabeza es capaz de asimilar tanto sufrimiento. Le di vueltas y creo que di con la ruta perfecta, Morcuera por las dos caras un sube y baja que hace tiempo le tenia ganas.
Madrugo, empieza a no costarme tanto madrugar, comienzo a cambiar hábitos y rutinas que me ayudan, el propósito de una vida más tranquila mentalmente, el viejo sueño de vivir el “slow life” aún sigue rondando en mi cabeza, he empezado por la música pero pronto la cambio y marea radio de spoty, necesito un poco de viejas letras que fustigan almas.
Están arreglando la calle que va a la fuente del cura, aparco cerca de la carretera y bajo con la bici, grabo la entrada del video blog y comienzo a subir disfrutando de una temperatura ideal para montar en bici, casi para un biker mayor como yo de manguito y chaleco. Me haciendo al plato de 40 dientes, lo odio y lo amo a partes iguales, creo que he encontrado los tres piñones en los que soy feliz y voy con ellos de arriba abajo. La montaña sube, sube, sube y sube, retorciéndose la pista en curvas que dibujan dos dígitos en el altímetro, Rosalía mi nueva bici de gravel responde a cada pedaleada, firme sin dejarse intimidar ni subiendo ni bajando, tiene ese nombre por su carácter guerra, tiene garra y ganas de sacarla a pasear muchos kilómetros. Subo lento, pero creo que porque aún me estoy haciendo a la bici, podría ir un punto mas, ahora que le voy dando revoluciones al corazón, pero mi alma se enreda entre cascadas, tomas chulas y vistas extraordinarias, que dura es la vida del creador de contenido.
Llego hasta la barrera que pone fin a la pista, repongo fuerzas y comienzo a subir por asfalto, tocan dos kilómetros y Rosalía nota que el 8% de carretera no es lo mismo que en pista, se la nota más juguetona, como diría Zugasti esta saltarina. Ella puede pero yo no y me cuesta una vida llegar a la cumbre, primera foto con ella en el cartel y decidir si ya esta bien para un cincuentón o le damos caña, la miro y me pone mirada triste, quiere seguir jugando y nos lanzamos Morcuera abajo, disfrutado de los frenos de Rosalía y sus neumáticos que dan una seguridad increíble.
Pronto dejamos el modo carretera para volver al modo camino, a pistas increíbles con unas vistas al balcón de la sierra que esta detrás de la cuerda larga espectaculares. Voy alucinando con el enlace que he encontrado y enlace de lujo con mi track que un momento me sacaba de esta pista. Pronto me voy de nuevo rodeado de urbanitas que se quejan del calor, lo hace, y de lo lejos que están las cascadas. Descanso un buen rato a la sombra y tras reponer algo de fuerzas me pongo de nuevo en marcha.
La pista de la Morcuera por este lado de la montaña es más tendida, mas abierta pero también mas agradable de rodar, me encuentro con los forestales que están bloqueando la pista con el coche en medio y las dos puertas abiertas, al verme se apresuran para dejarme pasar sin problemas, nos saludamos y me confirma que estoy a mitad de camino con el rumbo correcto. Una sucesión de giros y largas rectas me dejan de nuevo en mi track, toca la maldición del ciclista, una larga bajada en una subida, perder lo que has ganado sin piedad para nada. El GPS marca que he ascendido 1.000 metros, la pista por algunos momentos se hace mas rocosa, más divertida. La vacas se cruzan en tu camino y el bosque deja el protagonismo a los pastos. Hace mucho calor y pequeñas ráfagas de aire agradable me dan un poco de respiro. No me queda mucho para decir basta, ya no queda casi gasolina ni puerto. Tiro de oficio y consigo llegar a la carretera tras dejar atrás lo que para mi fueron las peores rampas de toda la ruta.
Corono de nuevo, por segunda vez Morcuera. Me tomo un respiro en el mirador solo para mi. Dejo grabada la despedida para el canal de la ruta, tan solo queda dejarse caer, ahora nunca mejor dicho, con un 40 de plato no se puede correr mucho.
Creo que sigo haciendo lo que hago porque me mueve la pasión y aún algunas bocanas de la vieja ilusión por las grandes petadas en bici. Herbert George Wells escribió en La isla del doctor Moreau El brillo de las estrellas me produce, aunque no sepa cómo ni por qué, una sensación de paz y seguridad infinitas. Creo que es allí, en las vastas y eternas leyes de la materia, y no en las preocupaciones, en los pecados y en los problemas cotidianos de los hombres, donde lo que en nosotros pueda haber de superior al animal debe buscar el sosiego y la esperanza. Sin esa ilusión no podría vivir.