Eramos yo y el mar. Y el mar estaba solo y solo yo. Uno de los dos faltaba.
«Voces» (1943)
Antonio Porchia
Comienzo mis vacaciones de verano desde Ribadesella, hace algunos años fue refugio de mi desasosiego mental y ahora regreso de nuevo buscando la calma, esa paz que se madura junto al mar, que se logra en soledad perdiendo tu mirada en un Cantábrico azul, en atardeceres que dejan entre abierta las puertas del infierno y dejan escapar el resplandor del fuego eterno. Busco dejar el estrés de la vida diaria aparcado unas semanas y disfrutar de mi tiempo como me lo pida el cuerpo, sin programar rutas ni objetivos. Atrás quedaron los días dorados de ruta a diario y más de 1.000 metros de ascensión, no se podía perder ni un minuto de las vacaciones. Ahora he aprendido que la vida se tiene que tomar como venga y que dicten los días.
Comienzo la ruta en el paseo marítimo, voy grabando el capítulo para el canal, sorteo paseantes y los jóvenes de la escuela de surf, me hubiese ser gustado surfero, me va su estilo de vida, pero ya gordo y calvo no encajó en el perfil. Me encanta salir de Ribadesella con la marea baja, las viejas barcas ancladas al fango y recubiertas de verdín van pudriendo sus días contando mareas. Son como juguetes rotos, ilusiones, proyectos, sueños varadas a un paso de lograr su objetivo. Dejo momentánea la costa, las montañas están envueltas en un halo de misterio, me tientan con sus encantos pero toca costa. Voy recorriendo el camino de Santiago en sentido inverso,los peregrinos me los voy encontrando con cuenta gotas, Peregrubar en la nueva normalidad tiene que ser toda una aventura. El camino del norte lo tengo pendiente desde hace muchos años, se que es impresionante pero siempre me ha dado mucha pereza por su dureza.
Asturias es verde y azul, una carretera solitaria me acerca a los acantilados del infierno, del frío gris al verde segado dibujando el camino en las praderas, al marrón tierra esculpido por pisadas, por rodadas por sed de curiosidad, por perderse en el infinito azul de sus aguas que encuentran bajo nuestros pies las rocas que lo contienen. Disfruto rodando por las sendas, por sus bosques, alternando pequeños núcleos poblacionales.
Visitó los bufones de Pria, donde el mar se hace voz, donde muestra su bravura golpeando incesante los acantilados. Es realmente impresionante verlo y eso que es un día de mar en calma, estoy seguro que los días de temporal tiene que ser sobrecogedor. al lado esta la playa de Guadamía que es todo lo contrario paz en una cala recogida.
Continuo la ruta por pisas solitarias con vistas al mar hasta que la senda se adentra hacia el interior buscando el bosque, la espesura verde para dibujar cúpulas de sombra sobre el camino. Recorro pistas estrechas por mementos senderos hasta encontrarme con un vergel de agua, olor y color que es una delicia donde me regalo una pausa en el camino.
Recorrer las sendas estrechas me dicen que es una locura para la gravel, pero es una delicia y si te gusta disfrutar de la bici este tipo de recorridos es flow en vena. La siguiente playa en visitar es la de Cuevas del Mar. Me trae grandes recuerdos del año pasado de los días que pasamos haciendo rutas con la flaca con JJ y nos vinimos un día a bañarnos a esta playa, pequeña y recogida entre grandes formaciones rocosas. Continuo la senda hasta la playa de la Guelgüa, una playa que me recibe con marea baja y es otra playa de estas cerradas, pequeñas donde el azul del mar comparte protagonismos con el verde intenso de la costa. El paisaje hacia al mar de esta playa es espectacular con una formación rocosa en forma de arco y en su fondo hacia la costa toda una explosión de agua dulce y naturaleza compartiendo protagonismo.
Mi siguiente parada es la playa de Gulpiyuri, una playa que he aplazado su visita los últimos dos años buscando una ocasión especial y sin lugar a duda esta era la ocasión ideal para visitarla. La playa no me me defrauda sin estar en su momento más espectacular por la marea pero aún así muestra una belleza increíble y si el día acompañase un poco más me hubiese bañado. Objetivo cumplido y sin lugar a duda creo que es una de las playas más bonitas del cantábrico.
Me voy sintiendo realmente agotado, este año no tengo fondo para grandes rutas y pocas fuerzas para rutas de desnivel medio, llego hasta la playa de San Antolín donde la ruta se cruza con la carretera de vuelta a Ribadesella y decido acortar la ruta, toma el camino de regreso por carretera. La gravel te permite esta polivalente forma de monta de la bici y disfruto en modo carretero la ruta que tanto me ha regalado en modo MTB. Termino la ruta por el parque natural del malecón de Ribadesella, un lugar de descanso para las aves en sus grandes rutas migratorias y donde existen observatorios para poder disfrutar de ellas.
Una gran ruta que recomiendo que recorráis sin prisa, disfrutando del paisaje y llenado todos los sentidos de sensaciones. Ya nos lo dijo Jacinto Benavente La vida es como un viaje por la mar: hay días de calma y días de borrasca; lo importante es ser un buen capitán de nuestro barco. Un capitán que sepa cuando Izar velas, anclar el barco y dejarse mecer entre atardeceres y amaneceres.
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