«El alma que ya no es acosada por la angustia por el futuro ni por la obsesión del pasado, el alma sin fiebre, sin obligaciones, sin impetuosidad, conoce por fin el dulce abandono al presente.»
Vladimir Jankélévitch
La luz de sol se cuela se por la ventanilla trasera entre el chasis y el mal recorte del aislante, en ocasiones no necesitas a nadie que critique tú mal trabajo, ya llegara la naturaleza y te le señalara con el dedo, en forma de rayo solar en tu puta cara, con unos buenos días de cálido despertar, de levanta hoy te toca sufrir un rato.
Es el día cero de mi nueva vida, es fácil decirlo el primer día cuando en pocas horas tan solo has tenido que solventar un par de problemas sin importancia. El primero es que soy un inútil para hacer tostadas con la sartén, volveré a someterme a la tiranía de la avena hasta que regrese y me arrodille ante el tostador como uno de mis dioses domésticos. También es fácil decir que empiezas algo el primer día de vacaciones viviendo en una furgoneta y a 500 kilómetros de tu vida.
Pero esta entrada en el blog es de los lagos de Covadonga y de como un globero que apenas se ha subido a una bici este año se presenta con una Gravel que tendría que montar 34 piñones con 28 porque sus manetas no soportan el cambio y de todo esto se entera el jueves a 48 horas de irse de viaje, como odio procrastinar.
El nuevo Javier es alegre y tiene fe, una fe ciega en el nuevo Javier que no conoce y lo mismo le deja tirado al ver la primera rampa. Pedaleo con ilusión, Dora que monta transmisión nueva quiere correr, pero las piernas han vivido tiempos mejores, no mucho mejores, pero con más alegrías. Mientas pedaleo por la carretera hacia Covadonga por la interminable sucesión de Hoteles y casas rurales pienso que voy peor que el día de la marcha de Lagos 17, el día que empecé a odiar las carreras. Es la hora tonta, no pronto ni tarde, apenas me pasan coches y muy pocos autobuses, la temperatura es idónea y decido dejar de sufrir y ver que tal voy con el plato pequeño al tiempo que veo el santuario frente a mi. Tomo el desvío ya cerrado para los coches, en mi memoria los gritos de ánimo de la gente, pasar dentro de control de tiempo por la alfombra y comenzar la ascensión inmerso en un precioso bosque. Pero Dora comienza a sentir la pendiente sobre sus ruedas y me pone ojillos para meter todo, da igual cariño hasta donde lleguemos, paso a una pareja que van sufriendo mucho, les pido perdón, no se la falta de costumbre de adelantar a alguien subiendo. Veo el mirador de los canónigos y pienso que es un buen momento para ver si está bien puesto y el lugar es el adecuado, me tomo un tiempo de reflexión para evaluarlo y le doy mi aprobado. Continuo con la subida, cada vez más pesada, más caliente, más dura y no estoy pensando en sexo. Mis piernas para un 28 no dan para más entro en una especie de karma, supongo que estar por encima de mis pulsaciones normales más cerca de un infarto te llevan a comunicar con Dios, a un paz espiritual como no la había vivido nunca, el paisaje es increíble, entre autobuses que suben y bajas te da tiempo a sentir la naturaleza, dejas de sufrir, de sentir, de pensar en que estás haciendo y haciendo para limitarte a pedalear, superar una resistencia imposible que solo tu fe y ganas de seguir te hacen superarte. De mi trance me saca un compañero ciclista asturiano, que me pasa a mitad de la huesera con fino como una espiga y ligero como un colibrí ascendiendo sonriente mientras me dice ¿durillo eh?, viéndote subir diría que no.
Llegando al mirador de la reina me alcanza otro asturiano, este entrado en años y aderezado su cuerpo con kilos como el mío, nos miramos, y en unos segundos sin abrir la boca nos hemos dicho todo, los hombres somos así. Pasado el mirador y antes de otra de esas grades rampas que un ingeniero dijo por aquí, jajajajaja, con un dedo meñique en la comisura de los labios me paro junto con mi charlatán compañero visual, hay un cartel junto al que me paro, para ver si todo es correcto, si voy bien y estoy en el sitio adecuado. Bajamos las pulsaciones y dejamos sacar cuatro palabras, 34 grados marca el GPS hace un calor infernal y tengo el agua justa para subir hasta los lagos racionando, cosas de mi mala cabeza y decisiones tontas que el nuevo Javier no se para a comentar.
Mientras subo pedaleando como un machote a 4 km/h pienso como el viejo Javier se pudo subir todo esto andando empujando la bici solo por terminar una marcha, con lo fácil que es darse la vuelta y gritar ya me habéis visto. La dureza, el paisaje y el calor me hacen entrar en trance de nuevo, recuerdo la leyenda que leí por la noche, la Huesera es una vieja que vive en un escondrijo del alma que todos conocen y muy pocos han visto. La vieja espera que los que se han extraviado, los caminantes y los buscadores acudan a verla. Es circunspecta, a menudo peluda y siempre gorda y, por encima de todo, desea evitar cualquier clase de compañía. Dice la leyenda que su cueva está llena de huesos, pero su especialidad son los lobos. Se arrastra, trepa y recorre las montañas y los arroyos en busca de huesos de lobo y cuando ha juntado un esqueleto entero, cuando el último hueso está en su sitio y tiene ante sus ojos la hermosa escultura blanca de la criatura, se sienta junto al fuego y piensa que canción va a cantar. Cuando la tiene decidida se sitúa a un lado de la criatura , levanta los brazos sobre ella y se pone a cantar, entonces a la criatura cobra vida y le sale pelo, pega un brinco y escapa corriendo. Mientras corre en algún momento un rayo de sol o de luna la ilumina el costado y el lobo se transforma en mujer que corre libremente hacia el horizonte, riéndose a carcajadas. De mi trance me saca la voz dulce de una rubia espectacular que baja ya de lagos, venga que estas arriba, y doy lo poco que me queda para llegar al lago Enol, con sus aguas cristalinas de color verdoso y vegetación flotando en su superficie que le dan un toque zen brutal. Disfruto un rato en el lago, ha costado mucho llegar hasta aquí y quiero mi premio. Una vez con las retinas inundadas de belleza, el corazón reposado y las piernas, bueno están. Subo la última cuesta hacia el lago superior Ercina y un montón de recuerdos tiñen el alma de nostalgia, me quedo mirando el lago, con la mirada en el infinito sin nadie frente a mí pero yo veo una pirámide humana que formamos hace ya muchos años cuando éramos jóvenes e inconscientes. La poca subida que hay para retornar se me atraganta, se me hace un mundo, pero no importa. Hace mucho que no era feliz en bici, hacía mucho que no disfrutaba de un día como el vivido, tengo que perseguir y luchar por mis ilusiones pienso en la parada que hago para hacer una foto de la basílica, la felicidad se logra alcanzar con sudor y sufrimiento, no es gratis. Seguramente no la logre porque cada vez me voy dando más cuenta que la felicidad es vivir el momento.
Jean Giono dijo dejo escrito Hemos olvidado que nuestra única meta es vivir y que vivir lo hacemos cada día y que en todas las horas de la jornada alcanzamos nuestra verdadera meta si vivimos… Los días son frutos y nuestro papel es comerlos. Así que hay levantarse con hambre todos los días.
Track de la ruta
Texto de la Huesera sacado de https://www.domestika.org/es/projects/63694-la-huesera
Me han sacado una sonrisa ciertos comentarios como el del ingeniero… jajaja con el cual me ha venido a la cabeza esa rampa, que puñetera es cuando ya has pasado y sufrido mucho antes.
Genial ruta, yo este año he pasado de Lagos y he subido Les Praeres con la MTB (otra inconsciencia de otro ingeniero como el que comentas jajaja)
Mucho ánimo y que ese nuevo Javier haga muchas más rutas y nos las comente 😉
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