Y de repente el mar: la rabiosa rebeldía del Atlántico henchía sus oídos.
Clarice Lispector
De nuevo me toca huir de la rutina, esta vez gracias a Jorge. Le apetecía una escapada al sur, al clima templado, a rodar entre marismas, playas vírgenes emulando capítulos de Top Gear en el que disfrutan con sus coches por la baja mar de una playa espectacular y visitar un templo de peregrinación de muchos devotos como es la aldea del Rocío.
Madrugamos mucho, algo más de lo normal en mi caso y un esfuerzo titánico en el caso de Jorge no acostumbrado a dar los buenos días al alba a diario. Nos queda un largo viaje hasta Coria del Río en donde dejamos aparcado el coche no sin ante probar nuestra paciencia en un bar de carretera, nos tenemos que acostumbrar a otros ritmos de vida.
Las primeras pedaladas con mi querida Alima mi bici verde son complicados, algo no va y es complicada de conducir. Es como cuando intentan domar un potro salvaje y le ponen por primera vez una silla. La bici es imposible conducirla y se va para todos los sitios, ajustamos la rueda trasera y el peso en la altura de las alforjas y parece que a la bici le gusta más así pero eso nos cuesta el retraso de perder la barcaza que nos ha de cruzar el Guadalquivir y no vamos sobrados de tiempo.
Hemos calculado que para llegar de forma decente tendríamos que hacer 22 kilómetros a la hora, es algo que no veo a pesar de ser una ruta sin desnivel pero por ponernos a ello que no quede. La barcaza no tarda en regresar de la otra orilla y cargar y ponerse de nuevo a cruzar el río esta vez con nosotros iniciando nuestro viaje.
Como todos los comienzos de viajes, los primeros kilómetros son ajustes y mas ajustes del equipaje, hace un sol precioso y la temperatura es una delicia, es como rodar en primavera en pleno otoño casi a las puertas del invierno. Rodamos rodeados de marismas siguiendo la orilla del río Guadalquivir, las largas rectas son las protagonistas y nuestro entretenimiento es en ir divagando sobre los cultivos, el uso de las distintas instalaciones que nos vamos encontrando, en como una morena busca un euro entre las piernas de un conductor y en ir probando la resistencia de la botella de agua de Jorge que no hace más que caerse una y otra vez hasta que dimos con su lugar en la bici. Vimos gran cantidad de aves como cigüeñas, flamencos y cigüeñuelas, así como un curioso rebaño de ovejas, inmenso que ocupaba una amplia franja de terreno seco entre las marismas y parecía que iban desfilando una tras otra. Dado que el tiempo es oro para nosotros hacemos una breve parada para comer una barrita disfrutando de una zona tranquila que nos acerca hasta la misma orilla del Guadalquivir.
La tarde le va ganando poco a poco el pulso al día, al calor y a la luz de Andalucía. Cuando ya estábamos algo empachados de marismas la ruta nos sorprende con un magnifico pinar en el que ya podemos ver letreros anunciándonos que estamos en Doñana y entramos por al Ermita de nuestra señora del Carmen en donde no solo podemos tomar agua de la fuente, también disfrutamos de un carril bici que sortea la zona arenosa del pinar que es una maravilla y nos dejará en la desembocadura del Guadalquivir a la altura del puerto de Bonanza para ya con las últimas luces del día llegar hasta el Bajo de Guía de Sanlúcar y poder disfrutar de una atardecer espectacular a la orilla del mar.
Instalamos nuestras potentes luces en la bici y nos abrigamos, la noche esta fresca, desde que salimos apenas hemos tenido contacto humano y en los pocos minutos que rodamos por Sanlúcar ya hemos oído frases del tipo “mira estos vienen de Ciudad Real”, “eso no es un luz es una farola”. El paseo marítimo con el ocaso es una pasada y más cuando puedes rodar por un precioso carril bici que fue respetado al 100 % por todos los viandantes, bueno menos por los reporteros de canal sur que no tenían suficiente paseo marítimo grabar. De Sanlúcar hasta nuestro camping en costa ballena lo recorremos en la oscuridad y refugio del carril bici que paralelo a la carretera nos lleva hasta nuestro destino, con las fuerzas justas y deseosos de montar la tienda, cenar y buscar el agradable cobijo del saco de dormir.
Ha sido un día largo que hemos disfrutado a tope de sol a sol. Creo que nunca la frase de Hermann Hess haya sido tan acertada como lo que hemos vivido en la primera etapa de nuestro viaje Allí está todo lo que necesitas, sol y luna y estrellas, pues la luz que reclamas habita en tu interior.
Queremos más!!! 🙂
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