“¡Siempre habrá un alfarero con su sueño en los dedos!”
Manuel Del Cabral
Hay veces que tienes que parar, ver como todo se mueve a tu alrededor, intentar por un momento dejar de ser un protagonista más de esta obra llamada mundo y sentarte al fondo de la sala, en la oscuridad para ver como se desarrolla la obra y a ser posible intentar encontrarle el argumento a esta obra llamada vida.
Adoro montar en bici en bici y adoro salir a la montaña, adoro madrugar y disfrutar los amaneceres pero últimamente me siento más apático que nunca. Tengo el blog abandonado, con un retraso tremendo en las crónicas y falta de calidad en las entradas, no me gusta y quiero ponerme las pilas en este sentido y volver a disfrutar escribiendo la crónica de cada salida.
Para romper esta apatía y aprovechando las primeras nieves caídas en la sierra le propuse a JJ una escapada a nuestro viejo patio de correrías andarinas que tantos buenos ratos nos ha regalado y JJ acepto con la condición de quedarme a degustar una de sus especialidades culinarias, el arroz con cosas.
Me gusta llegar al aparcamiento de las Dehesas de la Fuenfría y sentir el frío intenso de la montaña, estamos en otoño pero parece que el invierno se ha pasado para ver si todo esta apunto para cuando tenga que tomar el relevo. Nos lo tomamos con calma, hace mucho que no andamos y las piernas se resienten de la larga temporada que llevamos sin senderear y la edad junto con los kilos de más que arrastramos los dos se hacen notar en cada paso cuando la pendiente comienza a ser digamos que graciosa.
El frío es muy intenso, las nubes cubren el cielo y pronto la nieve comienza a cobrar el protagonismos dejando postales de autentica navidad en el entorno. La mala semana que he tenido comienza a difuminarse a medida que el paisaje se va volviendo más y más asombroso, la sonrisa se va dibujando bajo el buff que me protege del frío y el alma sale tímida de sus escondite para ver si no hay tontos con los que tratar que tanto la asustan a diario y la van matando poco a poco.
Alcanzamos el collado de Marichiva y decidimos ponernos las polainas. La nieve esta dura pero en las zonas donde el viento la acumulado te hundes bastante. A medida que vamos ganando altura por la siempre simpática cuesta de la peña del águila el sol se deja ver tímido por entre unas nubes que circulan a velocidad de vértigo y que cada vez son menos dejando un cielo azul intenso que en contraste con al blanca nieve dan al paisaje un tono majestuoso. Un bosque de árboles helados y esculpidos por el viento flanquean el camino, el entorno es espectacular, reina el silencio entre nosotros disfrutando de unos momentos de autentico lujo, la gente camina disfrutando fotografiando cada momento cambiante por la luz que hacen que la estampa cambie asombrándote aún más si cabe. Al llegar al la cima de la peña del águila el viento nos castiga como casi siempre en este lugar, pero ver a la maliciosa jugando con las nubes no tiene precio. Adoro el
otoño, seguramente mi estación favorita a pesar de ser en la que emocionalmente seguramente mas sufra y el invierno, con sus besos fríos y el regalo diario de un minuto más de luz.
Bajamos hacia el Collado de Cerromalejo, esta bajada cuando ha nevado es una de las zonas de cercedilla en donde se pueden encontrar las mejores estampas para hacer fotos y nosotros somos asiduos. Al llegar a la calle alta pronto la nieve deja paso al hielo con placas traicioneras que hay que gestionar con cuidado para no llevarte un buen traspié. La senda que nos deja de nueva en las Dehesas es una gozada, en ocasiones algo difusa y tienda a perderse pero merece la pena disfrutarla si bien el punto álgido de esta zona es la primavera donde el agua y el verdor te embriagan.
Bajamos contentos, por mi parte con el optimismo y fuerzas renovadas
para enfrentarme una semana más a la tontuna y con hambre para devorar el arroz con cosas de JJ. Que para mi le salio rico, rico pero para el no llego a los estándares que tienen acostumbrado en sus guisos.
El poeta Estadounidense Henry Wadsworth defino la melancolía como una tristeza, un deseo sin nada de dolor, parecido a la tristeza en la misma medida en que la neblina se parece a la lluvia. Y tal vez sea lo que este viviendo en estos momentos.