Sólo dos cosas contribuyen a avanzar; ir más aprisa que los demás, y seguir el buen camino.
René Descartes
Las mañanas frías de invierno que amanecen con cielos despejados y azul intenso tienen una atracción especial que me anima a salir a montar. El termómetro apenas logra superar el grado centígrado y eso me hace acurrucarme unos minutos en la cama buscando el calor del nórdico, del edredón me refiero.
Mientras desayuno veo la serie de pilotos de ártico, con todos los que hablo últimamente están muy enganchados a esta especie de docurealitis que a mi me encantan. No me puedo ni imaginar que puede ser estar a 30 bajo cero cuando nosotros por un grado positivo nos abrigamos más que Amundsen cuando se fue a conquistar el polo. La ligera niebla con la que ha se ha despertado el día para camuflar a los reyes magos en su labor de ir dejando los regalos en las casas apenas queda en anécdota, los campos lucen una escarcha blanquecina preciosa.
Comienzo mi ruta en Morata de Tajuña, un par de ciclistas enfundados en sus buff me dan a entender que rodando el sol engaña y hace mas frío de lo que parece. Con las primeras pedaladas me llevo una sorpresa, junto a las señales de la Vía Verde aparecen pintadas otras que indican la ruta de Uclés y me trae grandes recuerdos de cuando Despitado y yo recorrimos esta ruta hace unos años en la Madrid-Cuenca. Me cruzo con varios grupos ciclistas que disfrutan de este día de reyes como yo en bicicleta, venciendo al frío y la pereza. Es la primera ruta de entrenamiento para el soplao de fin de semana y no tengo planificada mis salidas, hoy he querido rodar una distancia media, a ritmo suave sin desnivel para ir metiendo kilómetros en las piernas. Se ven mucho todo terrenos aparcados con los remolques para los perros y de vez en cuando puedo oír un disparo, seco y el susurro de las postas cortando el aire, me gustaría sentir el aroma del campo, de la humedad pero ese sentido lo tengo desconectado por los mocos. Atrás dejo sin detenerme el área de descanso con la ermita, en este tramo la vía luce un blanco brillante un tanto preocupante para mi neumático trasero que lo tendría que haber cambiado hace ya una decena de kilómetros, hago una prueba de frenado y agarra lo suficiente como para no preocuparme de salir deslizando a la cuneta.
Toda ruta tiene su punto curioso, un mirador, un puente, un geocache, un árbol, esta en particular tiene una placa a modo de lápida en honor de Pablo Barbero del Pozo, que falleció por una chispa eléctrica a la edad de 27 años y lo curioso quien se la dedica “Recuerdo del Casino”, seguro que detrás de esto hay una gran historia de la que no encuentro información.
Para mantener el calor lo mejor es dar pedales y me voy animando manteniendo una buena media. En el tramo que da a un complejo hostelero un jaguar de los de lujo me pasa a buen ritmo, teniendo en cuenta que en ese momento yo rodaba a 27 km/hora por una vía verde que mide unos 2,50 metros os podéis hacer una idea de a que distancia me paso. Creo que en lugar de los remolques para perros somos nosotros los que tendríamos que llevar impreso en el culote peligro animal vivo rodando, que país.
Apenas me cruzo con nadie y voy devorando kilómetros ya con algo de cansancio en las piernas hasta el cruce del desvío hacia la ruta del tren de los cuarenta días y el monasterio de Uclés, por un momento me planteo la locura de rodarla pero es demasiado tarde y tengo poco fondo para intentarlo así como planificación.
Continuo hasta Ambite sorteando una zona de obras y disfrutando de su gran pinar de entrada, siempre me ha encantado este diminuto bosque que da la bienvenida a los cansados ciclistas o senderistas que se animan a recorrer esta vieja vía.
Delante de un esquelético pino adornado con motivos navideños y frente al palacio de Ambite me tomo un descanso, repongo fuerzas y tomo el camino de regreso, esta vez ligera, muy ligera pendiente de bajada y abuso del plato grande, al punto de comenzar a sentir dolor en mi maltrecha rodilla derecha esta vez, hacia años que no me daba guerra y comienza ahora de nuevo a renquear.
Estoy demasiado viejo y gordo para cada año afrontar con ilusión grandes historias ciclistas. Bajo el ritmo a la mitad, en algún tramo pedaleo solo con una pierna pero no cesará el dolor hasta llegar de nuevo al coche. Estiro y parece que funciona. En casa me pongo hielo y creo que con un ibuprofeno la cosa no ira a mayores, mañana me toca flaca y sin forzar quiero ver si solo ha sido un susto o me toca de nuevo parón, ya lo dijo sabina Qué pequeña es la luz de los faros de quien sueña con la libertad.