“Un campo es el corazón, un campo que tiene flores, que se engalana con ellas porque son sus ilusiones, con cuyo perfume alienta, cuyo perfume es su goce, cuyo perfume embalsama del corazón las regiones.”
Juan Valera
He estado una semana de reposo para bajar la inflamación de la rodilla y apenas tengo molestias. He quedo con Mon, una uno de los grandes especialistas en dolores de articulaciones, no por estudioso del tema, sino más bien por asiduo sufridor de ellos ya que como muchas veces comenta los ha tenido todos. Hablando de mi dolor en la rodilla el me dicho que le ha salido uno nuevo en la suya y que podríamos quedar para hacer algo sencillo y contarnos nuestras penas rodilleras.
Los cielos azules siempre invitan a estar fuera de casa, respirar libertar, sentir el sol calentando los huesos y disfrutar de tu tiempo, todo un lujo que tan solo valoras cuando lo pierdes.
Circulamos por el carril bici nuevo de Alcorcón en dirección a Móstoles, los árboles son una autentico espectáculo, la primavera le da un toque de vida a la ciudad que lo agradece, la hace un poco más habitable. Dejamos el Carril bici de Alcorcón para continuar por el de Móstoles, si en el de Alcorcón hemos tenido que sortear algún que otro paseador de perros carrilero y jubilados despistados, en Móstoles nos es más sencillo rodar por la acera que por el carril bici, alguien tendría que escribir un tratado sobre el magnetismo que estos carriles rojos, verdes o azules ejercen sobre los humanos y su atracción para tener que transitar por ellos.
Con Mon el tiempo pasa rápido, siempre tenemos temas sobre los que debatir y contando que desde Alcorcón todo es bajada se hace muy corto el trayecto. Al salir del Parque del Soto una barandilla de madera me llama la atención y a los pocos metros nuestro asombro, han remodelado la vía verde de Móstoles. Ahora una gran pista blanca invita a alejarse unos metros de la carretera y circular tranquilamente por ella, con espacio suficiente para poder cruzarte con otros ciclistas, corredores o senderistas sin ocasionar una situación de peligro.
Al llegar a nuestro querido puente de hierro vemos que lo han rejuvenecido. Al puente le han puesto una plataforma para poder ser usado en toda su anchura, Mon siente nostalgia del antiguo puente y decido rodar por la zona cementada antigua, ahora ya podré contar a mi sobrina que hubo un tiempo que para cruzar esta relequía teníamos que mirar primero y ponernos de acuerdo los de cada lado para no cruzarnos en el camino quedando atascados y poder pasar, nos hacemos viejos irremediablemente.
El resto del camino sigue como siempre, un pista tradicional con sus roderas y sus bancos de arena que nos adentran en un pinar que siempre ha sido nuestro oasis de sombra en las calurosas tardes de verano y que ha visto como el progreso se le ha instalado como vecino, llenando sus límites de chalets vacíos y un cercanías que la crisis ha parado sus máquinas a los pies de las primeras raíces.
Este recorrido ya no es lo que era, una escapada al campo a poco más de una hora de casa en bici. Descansamos en un parque de Navalcarnero frente a un bonito estanque, el retorno lo hacemos por un carril bici que se ve interrumpido por una valla de las obras del cercanías que han partido en dos el carril, que fue antes el huevo o la gallina, que poco valor tiene el dinero del contribuyente.
Decidimos rodear el pinar y regresar por su parte trasera junto al arroyo y volver a desandar lo rodado pero esta vez cuesta arriba, que sin ser dura, podemos calificarla como pesada o mejor cansina.
En Móstoles optamos por usar los parques en lugar del carril bici, para entrar en Alcorcón por su zona más alta la de parque Oeste y el residencial del eterno descanso, con su zonas verdes, su tanqueta de los antidisturbios de los antiguos grises hundiéndose en el lago su sendero maravilloso oscilando entre las crestas artificiales de las falsas colinas y la pausa para disfrutar como niños con unos columpios de lo mas divertido que no dudamos en probar.
Llegamos a la hora deseada, pronto para cumplir con nuestros compromisos, alegres porque nuestros dolores nos han respetado y no nos hemos resentido pero con la sensación que para disfrutar de la bici y del campo cada vez hay que buscar la libertad más al sur, que bien lo plasma este poema de César Sáenz titulado hacia el sur:
Mar de Golondrinas en el cielo,
desplazándose con destreza hacia el sur,
persiguiendo el sueño inalcanzable,
de observar el horizonte de tu ser.
No obstante si lo logran,
golondrinas muy valientes son,
en invierno frío de tu desprecio
o en el verano seco de tu rechazo.
Aun así lo intentara,
una y mil veces mas
hasta que el frío invierno se convierta
en primavera floreciente en tu sonrisa.
Toma el vuelo regreso a casa
Con la ilusión de ver el sur
Pues en verdad no lo hizo
Por que ya estaba en el.