Llegar al final no significa acabar. Muchas veces me planteo la duda de si terminar algo no es más que el inicio de un nuevo camino. Y esa duda es la que me empuja a intentar un volver a empezar. Aunque nos falten otras cosas, que la música no nos abandone nunca.
Pablo Alborán.
Me gusta el aire frío de primera hora de la mañana, es como el aroma de una tahona al hornear pan e inunda toda la manzana con el aroma del pan recién hecho. El aroma del nuevo día al que le vamos, incluyendo nuestras especias, como el aroma del café, una tostada y una equipación de ciclismo.
Apenas la claridad comienza a diluir la noche cuando voy apresurado hacia el tren, el calor agobiante de hace unas semanas es ocupado por un frescor matutino que se agradece y se echaba de menos. Siento frío en las manos, las prisas y mi mala cabeza han olvidado los guantes en casa, tan solo tengo la opción de coger dos trenes si quiero llegar a tiempo a las 8:00 a Atocha.
Estreno mi abono gratuito de cercanías pasándolo por los tornos, si por todos porque no abre ninguno mientras veo como el primer tren que quería tomar se va de la estación. Al final un torno decide darme acceso, no todo está perdido, problemas del primer mundo.
Siempre es agradable reunirse con amigos y charlar en un viaje en tren, a Jorge y a mí nos gustan los trenes, disfrutar de la vida mientras pasa, puede que solo aspiremos a disfrutar de un buen rato, una buena cerveza, ahora ya no que la estoy dejando y el transcurrir de los días si es a pedales mejor. Collado Mediano nos recibe con una salida organizada de bici que tardan muy poco en salir rodando.
Nos tomamos nuestro tiempo, es lo que tiene salir con un Youtuber que tiene que grabar tomas para luego subir esta crónica en video. Salir de Collado Mediano siempre es cansado y más si busca la pista de la depuradora de agua, mis ansias por dejar la pendiente me hacen equivocarme, mi cabeza dice todo recto y mis piernas tiran para la derecha, la senda está bien, es divertida, pero te deja en una subida aburrida de un secarral que vivió buenas noches de marcha nocturnas en una vieja discoteca, eran otros tiempos los que vivimos una gran juventud. Volvemos sobre la huella de nuestros neumáticos y nos encontramos un gran tránsito de gente por la zona entre paseantes matutinos, paseadores de perros, corredores y otro grupo de senderistas al que le están dando una charla y escuchan atentos al guía.
Recorremos la vereda que une Collado con Becerril, se ha quemado una parte, pero afortunadamente muy poco, lo peor está en la otra vertiente del cerro y es desolador solo ver la cumbre, en unas horas perdemos años de belleza. La mini bajada entre pinos es una delicia, tal vez en formato perfume, corta, pero tremendamente intensa y divertida. Tras dejar Becerril vamos en busca en Moralzarzal, recorremos sendas ratoneras y también tremendamente divertidas, la bajada en bici siempre es sinónimo de felicidad.
En Moralzarzal me pierdo, los años no pasan en balde, pero nos terminamos encontrando, Indiana Jones se equivocó, no era una X, pero estaba marcado en el suelo el camino correcto. Disfrutamos el gran tramo de sendas que hay entre Moralzarzal y Cerceda. Demasiado secas, son sendas de otoño e invierno donde el verde, la humedad y el frío las dan otro encanto. Pero las disfrutamos como niños hasta que nos despierta la subida hacia la antena de la siguiente senda, la que da al mirador del embalse de Santillana con unas vistas a la Pedriza de Orgasmo. Senda que es cremita pura una delicia para rodar en su versión más sencilla sin grandes complicaciones, relájate y disfruta.
Ya en la pista de nuevo toca remontar un poco la loma, bajar al puente medieval y retomar la ruta hacia Colmenar viejo por el camino de la tubería. Una zona que es una auténtico parque de atracciones para la MTB. Tienes un paisaje precioso, pistas rápidas, subidas técnicas, paso de puentes con mucha altura que harán que no pierdas de vista tu trazada, por mucho que quieras mirar a los lados y las piernas notaran la pendiente de sus subidas. En colmenar llenamos de agua los bidones y continuamos por el cementerio de Santa Ana hacia Tres cantos, pistas rápidas, traqueadas en su comienzo por los vehículos agrícolas pero de lujo unos cientos de metros después para disfrutar del entorno del arroyo Tejada. Subir a Tres cantos es duro, pero ahora que han quitado las roderas se hace como más llevadero. Comemos una empanada del Mercadona y unos donuts para reponer unos cuerpos aviejados y cansados que buscan cómo viejas locomotoras diesel volver a recorrer kilómetros.
El carril bici y su chapucera reforma nos deja unas risas. Nos despedimos a la altura de Telecinco y continuo mi recorrido por el anillo ciclista hasta la casa de campo. Y aquí de nuevo está el dilema, se está celebrando el triatlón cross de la casa de campo y me hubiese encantado estar participando en él, pero este año no he entrado triatlón y los kilos me han pasado factura. Estoy demasiado cansado y quemado por el sol, busca la salida de la casa de campo y subo a mi ritmo tortuga hasta la venta de la rubia y mi patio de recreo, ya estoy en casa, no he conseguido llegar a los cien kilómetros pero los noventa y picos me han dejado saciado.
Norman Vincent dijo “… El gran secreto para obtener lo que quieres de la vida es saber lo que quieres, y creer firmemente que lo puedes alcanzar”. Yo supongo que aún no lo sé.