“Los ojos son el punto donde se mezclan alma y cuerpo.”

Christian Friedrich Hebbel

Suena el despertador, pero no tengo ni fuerzas ni ganas para apagarlo, mira que le pongo ilusión a los fines de semana pero este último ha sido uno de los peores en mucho tiempo.

Todo empezó a estropearse el viernes cuando tras poner la bola en un concesionario oficial Dacia-Renault de poner la bola oficial del coche, se me queda una cara de tonto cuando en la ITV no me homologan la bola porque dicen que la documentación no es la adecuada. Para colmo el sábado se me estropea el MODEM de la ADSL y el ingeniero de Orange me salta con un “eso del enchufe que le llega poca tensión” es lo que me faltaba por oír. Yo entiendo que este mundo tiene que estar plagado de tontos, pero no creo necesario tener que conocerlos a todos.

Intente hacer algo en compañía de un amigo el domingo ya que era de las pocas veces que si necesitaba sentirme acompañado, hablar. Pero no encontré ninguno de guardia.

Entre corte y corte de Internet me llamo la atención una ruta “Los ojos del río moros” y pensé mira ya puedo contarle mis miserias a la montaña mirándonos fijamente los dos a la cara.

Me cuesta un triunfo poner un pie en el suelo y animarme a ir a la montaña, no tengo ganas de nada, pero pasarme otro día más encerrado en casa me sumiría en una tristeza terrible.

Las dehesas de cercedilla están sin apenas coches, sin apenas gritos, sin apenas gente, enciendo el GPS pero lo guardo en la mochila, quiero improvisar, recorrer viejas sendas y buscar los enlaces con zonas que tengo un tanto difusas.

Subo por el camino viejo a Segovia, mi alma se funde con mi sombra en una negra silueta de desencanto y desilusión, camino con la cabeza baja, abatido intentando no escuchar esas voces que nunca callan en el interior de tu cabeza, hasta escuchas una voz, que desentona con el resto “… este camino no lo he recorrido nunca de subida y es precioso” dibujo una media sonrisa cuando veo una tabla que une dos tocones formando un banco, pequeño, humilde, pero se me antoja perfecto para el entorno, junto a un arroyo a la vera de un camino. Un sitio perfecto para descansar de la subida y tal vez con un poco de suerte entablar una conversación agradable con algúnsenderista que tenga algo más que polvo en sus zapatos, de que sirve viajar si luego no puedes compartirlo. Paso por la nueva vieja vía romana que ahora los arqueólogos intentan ubicar en su lugar exacto la Vía XXIV de la fuenfría.

El puerto esta plagado de Ciclistas que con la mirada puesta en los GPS intentan ubicar las famosas bajadas que tanto se comentan en los foros, lejos de deprimirme un poco más por no poder estar montando cumpliendo con mis planes para este fin de semana, comienzo a subir la pesada cuesta que me dejará a los pies de la subida del montón de Trigo. Intento seguir la senda pero siempre me pierdo entre las varias variantes que hay marcadas. También elijo la peor opción para subir al montón de trigo metiéndome un canchal de los laberínticos.

La recompensa a tanto infortunio me viene en forma de regalo en la cumbre de montón de Trigo ya que puedo disfrutarla en solitario, toda una gozada que me permite sentarme de forma relajada con un paisaje de ensueño y una temperatura que tendría que ser de pago de lo buena que es.

El perreo que me acompaña últimamente me invita a quedarme el resto del día sentado en mi trono, pero me queda por verle los ojos a la montaña. Bajo el canchal y me planteo subir la Pinareja, pero como dentro de poco tenemos planeado hacer el cordal de la mujer muerta, lo dejo para mejor ocasión y cambio esa cumbre por la de peña del águila. Dejo el collado de Tirobarra por una senda espectacular que se adentra en un pinar que faldea Peña Bercial. La senda me hace recobrar toda mi alegría, es uno de los senderos más bonitos y largos que tenemos en la sierra de Guadarrama y merece la pena que se recorra entero, como ocurre en esta ruta.

El nacimiento del río Moros o mejor dicho sus ojos de los que brota una agua cristalina que a modo de llanto por abandonar el seno de esta magnífica montaña emprende un viaje que le llevara a descubrir la inmensidad del océano en su edad adulta.

Una pradera verde magnífica, alfombra la pila bautismal del arroyo de los ojos. Nos contamos nuestras penas mientras sombras de aves de gran envergadura sobrevuelan sobre mí, como en este vergel y continuo mi viaje dejando mi tristeza y mis penas viajar río abajo. Un becerro que parece se ha tomado una sobredosis de red bull corretea como loco por la pradera, se para a escasos metros de mi retrocediendo, lo que alerta al cornudo de su padre que saca sus astas del verde prado para ver quien perturba la paz del chuletón, digo de su chiquillo.

Como yo no soy de cuernos vacunos y tiro más a cabra me salgo del camino para  no pasar junto al arico morlaco y continuar sorteando vacas, estas mucho más pacíficas hasta el collado de marichivas en el que no hay nadie y decido echar una siestecita bajo un árbol.

15 minutos de relax me dejan como nuevo para afrontar los repechitos del pico del águila el cual me regala su cumbre y la puedo disfrutar en soledad sin coros de senderistas cantando clavelitos como 7 días antes.

La bajada es divertida, entretenida con unas vistas espectaculares con Gredos al fondo llamando mi atención.

Para completar mi ruta quería buscar la entrada de un sendero que me trae por la calle de la amargura y así seguirá por que para poder entrar en el hay que tener uno solo un GPS, también mucha suerte.

Me siento feliz por la gran salida andarina que he disfrutado y recuerdo unas palabras que había leído el día anterior de Otto Rene Castillo “… De veras nunca estoy Solo. Tan solo estoy triste cuando tus ojos huyen del sitio en que debimos encontrarnos por la tarde.”

Track de la ruta