“He aprendido que estar con aquello que me gusta es suficiente.”

Walt Whitman

Llegamos a la pedriza y el aparcamiento que esta frente al puesto de control de acceso esta repleto de coches, me arriesgo y consigo encontrar un hueco pegadito a la puerta, eso se llama suerte.

Bajamos las bicis del coche y nos ponemos a pedalear subiendo el collado de quebrantaherraduras , mira que la naturaleza tiene mala leche, parece que con este montecillo quiere poner como un peaje para disfrutar de este paraíso de piedra que es la pedriza. Y menos mal que esta hay para hacer de filtro ante los domingueros extremos y los urbanitas de zapatito cómodo, que ante la imposibilidad de aparcar en su interior se internan por los primeros senderos que dan acceso al parque intentando llegar a pie y terminan como el rosario de la aurora tirados y dispersos por las praderas que rodean la senda antes de superar el collado. Nos cruzamos con una familia que baja por el sendero antes de terminar nuestra subida, la mujer al vernos le dice al marido “… mira el próximo día nos traemos las bicis, así tardamos menos ” jejeje si les ha costado pasar el collado andando me gustaría verles en bici, Jesús que cruz.  Coronar un alto siempre tiene su recompensa en forma de bajada divertida que disfrutamos hasta llegar al merendero de Canto cochino. Aquí dan ganas de llorar, madre mía que fauna, agrupada en manadas en torno al río no hay un metro cuadrado si gente tomando el sol, niños corriendo con un palo en la mano que se divierten golpeando las flores de las jaras, mientras sus padres los ven con mirada ausente.  Aun recuerdo el último día que vine con JJ en el que apenas había 10 coches en el aparcamiento y nos costo encontrarnos con alguien. Pero bueno todos tenemos derecho a disfrutar de este reducto natural a nuestra manera y la nuestra es rodar por ella, vamos que viendo lo que vemos nos van a prohibir ir por una senda. Sufro una paranoia mental y decido ir a la pasarela donde el bar que esta cerca de la foca, ya que pensé podíamos disfrutar del sendero del otro lado del río que recordaba más ciclable de lo que en realidad nos encontramos.

Para empezar una vez que cruzamos la pasarela tenemos que esperar a que toda una familia, pasara por un tramo del sendero muy estrecho, suponemos que la familia era del Opus porque tardaron casi 5 minutos en pasar todos. El sendero nos obliga a subirnos y bajarnos de la bici cada pocos metros, pero cuando en este trayecto tienes la oportunidad de ver tal cantidad de pechos y culitos a cual mejor las penas con pan son menos penas. Cruzamos el río por una zona de bajo caudal y nos ponemos a rodar por la senda de la autopista de la pedriza, pasamos el chozo y la charca Kindelán y hemos montado más de lo esperado para asombro de senderistas que nos ven progresar entre rocas y raíces con una soltura impropia de dos globeros como nosotros,  en un tramo nos cruzamos con dos padres de familia cachondos, Pantani pasa el tramo con la bici al hombro pero yo como tengo espacio para montarme y progresar  me lanzo con el molinillo puesto, y empiezan a gritar “ joder así cualquiera , con esos piñones yo también monto por aquí” Pantani se gira y me pregunta “ que has hecho “ y con una media sonrisa le digo “ nada,  nada déjalo jejejeje, pues no me dice que el también puede, será cachondo” cuando estamos llegando al desvío del collado cabrón y el refugio Giner de los Ríos nos cruzamos con tres senderistas, dos hembras y un macho cargados con material para vivaquear, y digo macho porque es nuestro héroe y podemos jurar que se le veía un tío normal, incluso con su principio de alopecia, su barbita , su barriquita cervecera y sus bermudas, nada del otro mundo salvo que a su lado lucia a dos pibones de categoría. Una de ellas tenia la camiseta recogida hasta debajo del pecho dejando ver una cintura de perder el sentido, cuando pasa Pantani a su lado ella levanta una botella de agua y deja correr el agua por su boca que desbordandose desliza por el cuello para  desembocar en sus pechos trasparentando la camiseta y dos bultitos generosos que me saludan a modo de ojitos saltones. Señor porque me castigas con estas visiones, porque me fustigas así antes una subida en la que necesito toda la sangre en mis piernas, porque muestras el mana al hambriento. En fin subimos un desnivel brutal entre pinos, Pantani me ve subir y me grita animandome para que continúe progresando, no se cree que este subiendo por donde lo estoy haciendo, subimos los dos el tramo que nos deja reventados, el trío nos pasa pero no nos queda aliento ni para decir hay «oma que rica».  Coronamos el collado cabrón tras un empujabike duro, duro, nos tomamos una barrita frente a nuestra ninfa que esta descansando sobre una roca, mientras hablo con el tío las chicas se preparan para continuar  la marcha, me cuenta que van a pasar la noche en la charca verde, y yo no puedo más que envidiarle, cuando se van ella me lanza una sonrisa increíble  y descubro unos ojos preciosos» para bañarse en ellos y que se joda el mar» como diría marea. Cuando voy donde esta Pantani me mira y me dice abatido “… tendrían que prohibir que una mujer con la cintura al aire se ajustara la correa ventral de la mochila delante de un hombre”, jejeje esta pinocho, pinocho.

De la bajada poco que decir, es un sendero simplemente maravilloso, rápido con un par de pasos con algo de piedra y unas cuantas curvas muy divertidas con un paisaje de miedo para darle ese toque de puro mountain bike y que se dejen de tonterías, esto si es ciclismo de montaña.

Terminamos nuestra ruta subiendo de nuevo el collado de quebrantaherraduras en donde Pantani me obliga a darlo todo pedaleando de pie durante lo que dura un kers globero 10 segundos jajaja, que dolor de patas. Completamos la bajada por los senderos que dan hasta el aparcamiento, estamos felices por una ruta corta pero intensa, atardece en la sierra de Madrid mientras ponemos rumbo al sur, pero nuestros corazones se han quedado allí esta noche dormirán en la charca verde acurrucados en una de esas calitas que moldeaban su cintura.